Corría el año 2011. O recién arrancaba, mejor dicho. Era enero, segunda quincena de enero. Plena temporada. Como siempre, veraneamos en Necochea. Por esos años, siempre íbamos a una casa distinta. Mis primeros años fuimos a la misma, pero eso había cambiado, no sé por qué. Así que para esa altura, ir a Necochea era conocer una casa o departamento nuevo. La ciudad ya la conocía de memoria, así que me divertía eso.
Cuando llegamos, la primera buena noticia: era una casa. Lo común era que nos hospedáramos en un departamento, lo cual no me gustaba. No me gustaba porque en la ciudad ya vivíamos en un departamento, y yo quería vivir en una casa. El verano era mi única posibilidad para cumplir ese deseo, pero no solía pasar. Pero ese año sí. Era una casa. Segunda buena noticia: era una casa de dos pisos. Divertidísimo. Yo veía que mis primos vivían en una casa con dos pisos, y que algunos de mis primos dormían arriba, en otro piso que los tíos. Y yo no. En un departamento, con los dormitorios pegados. Pero esas vacaciones eran diferentes. Nos íbamos a quedar en una casa de dos pisos. Las mejores vacaciones que había tenido.
La casa, a mí, me encantó. Además de mi deseo de vivir en una así, realmente me parecía linda. Estaba bien ubicada, en una calle medio diagonal que formaba una esquina triangulada que me enamoró. La pasé excelente. Por alguna razón que desconocía, se quedaron unos días mis abuelos paternos. Aún más me divertí. Mi abuela cumplió 66 años allá, el 24 de enero. Todo perfecto.
Pero al año siguiente no volvimos. Fuimos a una casa también, más un estilo “casa quinta", en una zona no céntrica de Necochea. En 2013 tampoco. En 2014 fuimos a un departamento muy cerca de la playa, y muy cómodo para mis padres. De modo que allí fuimos los últimos años, hasta que mi hermana y yo crecimos, y mis padres se separaron, por lo que dejamos de ir. Y a esa casa no volvimos más.
Fue una noche de esos últimos veranos en Necochea cuando surgió el tema de esas vacaciones en esa casa. Capaz pasamos por ahí, ya que íbamos en auto cuando lo hablamos. En ese momento supe la verdad. Por qué no habíamos vuelto a esa casa que a mí me había fascinado.
Resulta que mi mamá. un día nublado que no bajamos a la playa, estaba ordenando cosas de la casa y revisó unos cajones. Allí se enteró que tiempo atrás había fallecido la hija de la dueña de la casa. Eso no la preocupó. No es lo ideal, pero la gente lamentablemente muere. Las cosas se volvieron raras cuando mi mamá empezó a escuchar ruidos que venían de la escalera. Cuando se fijaba, estaba nuestro gato Tino. Era una posibilidad que fuese él quien molestaba en las escaleras, pero mis papás ya tenían un poco de miedo.
Como dije, mis abuelos se quedaron unos días en la casa con nosotros. Mis padres no les dijeron nada de lo que habían descubierto o lo que podían temer. Hasta que mi abuela le dijo a mi mamá, después de que ya había pasado unos días con nosotros, que creía que había una presencia o un espíritu en la casa. Mi abuela era fiel creyente de los entes, los espíritus y demás cosas similares. Ahí mi mamá le contó lo que había encontrado. La respuesta de su suegra fue: “ah sí, la ví a la nena en las escaleras. Estaba feliz igual”.
Para nuestra suerte, las cosas no pasaron a mayor que ruidos en la escalera o la percepción de espíritus de mi abuela. Las vacaciones pasaron y nos fuimos, vivos y sanos. Pero el Tomás de 6 años se fue extrañando la casa, y sin pensar que no iba a volver jamás. Recién años después pudo saber toda la verdad.
Tomás Tiepolt
Monday, June 2, 2025
Secreto Familiar
Segunda carta a Bella
Buenos días de vuelta, Bella. Me alegra que me conozcas, y que me hayas respondido. También me alegra saber que sos feliz. Sin ninguna duda te merecés toda la felicidad posible. Es bueno saber que a tu marido se le fue el hechizo y ya no es una bestia horrorosa, sino simplemente un humano horroroso. Pero parece que quién sigue hechizada sos vos. No te culpo, sé lo que es el amor, y que uno en una situación así no tiene nada claro. Justamente yo te quiero ayudar en eso. Te lo aseguro: una sola cita, y listo. Se te va a aclarar todo, por sí o por no. Yo sé que va a ser por sí, pero digamos que es posible que no te guste. Se termina ahí, no te molesto nunca más. Lo único que te pido, de todo corazón, es una posibilidad. Con una sola me conformo.
Anoche soñé con vos. Espero que no te moleste que me anime a contártelo. Soñé que huíamos de tu castillo, corriendo, de la mano. Los dos enamorados, aunque no hace falta soñarlo para verme enamorado. Atrás quedaba tu pareja. En mi sueño era una bestia, pero vamos a mutarlo a un hombre, si es lo que querés. Pensalo un segundo, y decime sinceramente si no te gustaría. No hace falta que sea corriendo, o a escondidas de tu hombre. Como vos quieras. Pero de verdad: ¿no te gustaría un cambio de aire?
Perdón, quería hacer más corta la carta, pero no puedo reprimir mis pensamientos. En fin, quería decirte que yo sí creo en un “nosotros”. Creo que es posible. Creo que seríamos felices. Creo que nos sentiríamos realizados. Creo que te puedo brindar todo lo que necesites en la vida, y más. Y por último, y probablemente más importante, creo que si me das una sola chance, te lo demuestro. Ojalá cambies de parecer.
Te mando un abrazo gigante, Bella. Tan grande como el amor que te tengo.
Diego.
Thursday, May 8, 2025
Recuerdos de la Comunicación
Recuerdos
-Los libros de Tomasito. Año: 2008
-Mi papá me grababa los planeta gol y yo los veía la mañana siguiente. Año: 2010
-Leer Dailan Kifki en primer grado. Año: 2011
-Los libros Gol. Año: 2011
-Comprar la revista Tiki Tiki cada dos semanas. Año: 2012
-Comprar la guía de olé antes de cada torneo. Año: 2013
-El cuento que tuve que escribir en el colegio sobre el mundial 2014. Año: 2014
-El libro de Ciencias Sociales con la Asamblea del año XIII en sexto grado. Año: 2016
Comprar la Tiki Tiki cada 15 días
Cada dos semanas salía la Tiki Tiki. Me sonaba de nombre, hasta que un día, no sé por qué me la compraron. Si no me equivoco, fue la edición 92. O por ahí. No mucho antes de la 100. Y si no le falla la memoria también, llegué como hasta la 200. Fueron años seguidos donde cada dos semanas la compraba siempre. Decenas de pósteres, y juegos de mesas u otras cosas que venían cada tanto. Tuve pósteres de un montón de equipos y jugadores, sin necesidad de sentir un real fanatismo por el club o el jugador. Simplemente porque me gustaba el póster. Además, cualquier cosa de San Lorenzo la atesoraba. Entre los objetos, recuerdo un juego del estilo “juego de la vida”, rompecabezas. Todavía tengo guardados banderines o vasos que venían con la revista. Una vez mandé un dibujo pero nunca salió en la sección de dibujos de fanáticos. Salía los viernes, aunque a veces me la compraban los sábados. El kiosquero de Espinoza y Rivadavia me la reservaba. Mi papá le pagaba con monedas porque decía que al kiosquero le servían.
El cuento que escribí en el colegio sobre el Mundial 2014
Era un concurso de toda la primaria, creo. O al menos me acuerdo que los ganadores recibieron su premio luego de un acto escolar de primaria. Por eso mi suposición. Mi cuento trataba de que la pelota que se iba a usar en la final estaba triste en la previa al partido porque los equipos que iban a jugar eran muy violentos con ella. No recuerdo haberlo vivido como una oportunidad especial en la previa a escribirlo, pero de todas formas me esforcé por hacer un buen cuento. Mi maestra me dijo que ella tuvo que leer muchos (no sé si los 40 del curso o más de otras clases) y que el mío era de sus favoritos. Que para ella yo merecía ganar. Lo tomé muy bien. No me frustró, porque no pensé en ganar cuando lo escribí. Pero me sentí muy elogiado. Recuerdo también que había que poner un seudónimo. Me molesta no saber cuál puse. Sí que un chico que ganó, varios años más grande, su seudónimo fue “el macanudo de Liniers”, según lo dijeron en la entrega de premios. Me acuerdo porque nos causó mucha gracia y lo recordamos durante un tiempo.
Ver a la mañana Planeta Gol porque en la tele salía muy tarde
Los miércoles a la mañana, cuando yo tenía entre 5 y 7 años aproximadamente, desayunaba en el sillón enfrente de la televisión. Mi papá el martes a las 23 grababa Planeta Gol, un programa sobre fútbol que salía por TyC Sports. Yo me dormía muy temprano así que no lo veía en vivo. Pero todos los miércoles podía ver la grabación. Una vez, en la sección de “patadas”, un jugador se lesionó de gravedad. Mi papá me dijo que al ser jugador de fútbol uno puede terminar así, y desde ahí dejé de querer ser jugador de fútbol y pasé a querer ser periodista deportivo. Todos mis recuerdos de eso son en el living de la casa en la que viví hasta los 8 años. Así que, a pesar de no saber exactamente la época en la que hacía eso, estoy seguro que no fue con más de 7 años.
Los libros “Gol”
Mi papá me había comprado un libro que se titulaba “1.000 datos locos del fútbol”. Me había encantado. Un día dijo que iba a buscar si había uno parecido, del fútbol o de los Juegos Olímpicos. Pero a la vuelta, me trajo uno que era una cuento. Una historia ficticia de una final de un torneo amateur. De todas formas me encantó. Y descubrimos que era el quinto libro de la saga. Claro, por eso nombraban a personajes con total naturalidad y yo no sabía quiénes eran. Trataba de un equipo de barrio de niños, que sucedía en Madrid. A partir de eso, comenzamos a buscar los previos, y después los que seguían. Cada tanto iba a una librería y veía que llegaba uno más nuevo. Otros amigos míos también lo leían. Me acuerdo que lo hablábamos mucho. Al final, llegué hasta el número 22. Sé por Internet que hay muchos más, pero nunca ví ninguno más en librerías. Al final, también por esos años, me regalaron también el libro de “1.000 datos locos de los Juegos Olímpicos”.
Dailan Kifki
Teníamos que usar un libro para aprender a leer en primer grado. En realidad, yo ya había aprendido a leer cuando estaba en jardín. Pero me ayudó mucho a perfeccionarlo. No recuerdo cómo llegué a ese libro, pero fue el que usé. Ortega, un viejo maestro que ya no era titular de ningún curso, era el encargado de enseñarnos a leer. Leíamos un segmento del libro cada un par de días y él anotaba cuánto leíamos en una especie de señalador. Recuerdo que yo era el segundo más avanzado, atrás de Pilar, hasta que me enfermé y falté casi una semana. Además de ese libro, me acuerdo también del Silabario, para aprender el abecedario y las letras. También estaba el cuadernillo de caligrafía, aunque cualquiera que lea mi cuaderno de la facultad sabe que no adquirí la habilidad de la prolijidad.
Friday, May 2, 2025
Recuerdos de la comunicación y literatura
Comprar la Tiki Tiki cada 15 días
Cada dos semanas salía la Tiki Tiki. Me sonaba de nombre, hasta que un día, no sé por qué me la compraron. Si no me equivoco, fue la 92. O por ahí. No mucho antes de la 100. Y si no le falla la memoria también, llegué como hasta la 200. Fueron años. Decenas de pósteres, y juegos de mesas u otras cosas que venían cada tanto. Una vez mandé un dibujo pero nunca salió en la sección de dibujos de fanáticos. Salía los viernes, aunque a veces me la compraban los sábados. El kiosquero de Espinoza y Rivadavia me la reservaba. Mi papá le pagaba con monedas porque decía que al kiosquero le servían.
El cuento que escribí en el colegio sobre el Mundial 2014
Era un concurso de toda la primaria, creo. O al menos me acuerdo que los ganadores recibieron su premio luego de un acto escolar de primaria. Por eso mi suposición. Mi cuento trataba de que la pelota que se iba a usar en la final estaba triste en la previa al partido porque los equipos que iban a jugar eran muy violentos con ella. No recuerdo haberlo vivido como una oportunidad especial, pero de todas formas me esforcé por hacer un buen cuento. Mi maestra me dijo que ella tuvo que leer muchos (no sé si los 40 del curso o más de otras clases) y que el mío era de sus favoritos. Que para ella yo merecía ganar. Lo tomé muy bien. No me frustró, porque no pensé en ganar cuando lo escribí. Pero me sentí muy elogiado. Recuerdo también que había que poner un seudónimo. Me molesta no saber cuál puse. Sí que un chico que ganó, varios años más grande, su seudónimo fue “el macanudo de Liniers”, según lo dijeron en la entrega de premios. Me acuerdo porque nos causó mucha gracia y lo recordamos durante un tiempo.
Ver a la mañana Planeta Gol porque en la tele salía muy tarde
Los miércoles a la mañana, cuando yo tenía 6 y 7 años aproximadamente, desayunaba en el sillón enfrente de la televisión. Mi papá el martes a las 23 grababa Planeta Gol, un programa sobre fútbol que salía por TyC Sports. Yo me dormía muy temprano así que no lo veía en vivo. Pero todos los miércoles podía ver la grabación. Una vez, en la sección de “patadas”, un jugador se lesionó de gravedad. Mi papá me dijo que al ser jugador de fútbol uno puede terminar así, y desde ahí dejé de querer ser jugador de fútbol y pasé a querer ser periodista deportivo.
Los libros “Gol”
Mi papá me había comprado un libro que se titulaba “1.000 datos locos del fútbol”. Me había encantado. Un día dijo que iba a buscar si había uno parecido, del fútbol o de los Juegos Olímpicos. Pero a la vuelta, me trajo uno que era una historia. Una historia ficticia de una final de un torneo amateur. De todas formas me encantó. Y descubrimos que era el quinto libro de la saga. A partir de eso, comenzamos a buscar los previos, y después los que seguían. Cada tanto iba a una librería y veía llegado uno más nuevo. Al final, llegué hasta el número 22. Sé por Internet que hay muchos más, pero nunca ví ninguno más en librerías.
Dailan Kifki
Teníamos que usar un libro para aprender a leer en primer grado. En realidad, yo ya sabía en jardín. Pero me ayudó mucho a perfeccionarlo. No recuerdo cómo llegué a ese libro, pero fue el que usé. Ortega, un viejo maestro que ya no era titular de ningún curso, era el encargado de enseñarnos a leer. Le leíamos un segmento del libro y él anotaba cuánto leíamos en una especie de señalador. Recuerdo que yo era el segundo más avanzado, atrás de Pilar, hasta que me enfermé y falté casi una semana.
Carta a El Gato con Botas
Hola, Gato querido. Me alegró mucho recibir una carta tuya. Espero que andes bien en Muy Muy Lejano. Me honra tu invitación, no lo puedo negar. Y te agradezco por eso. Pero no va a ser posible, perdoname.
Entiendo tu causa y te acompaño en el sentimiento, pero en este momento estoy con otras cosas en mi vida como para viajar hasta allá y acompañarte. Ojalá no te lo tomes mal, pero es así. Estoy a punto de volver a mi Argentina a trabajar de director técnico, y me voy a enfocar en eso. Es como si antes de la final del mundial del 86 me llamasen de Noruega para jugar un amistoso. No es el momento adecuado para tu aventura. Espero puedas comprender. Además, valoro tu humildad pero no te subestimes tanto. Vos sabés que esos ogros son muy lentos para adivinar tus pasos. Así que confío que podrás lograr tu cometido sin mí.
Te deseo el mayor de los éxitos en la lucha. Y te apoyo a la distancia. Te lo repito, estoy seguro de que podrás vencerlos sin mayor dificultades. Los ogros son tan inteligentes que viven en un pantano. Así que dale para adelante. Sin miedo.
Que seas muy feliz Gato, y que ayudes a la gente que lo necesita.
Abrazo enorme, de Diego.
Carta a Bella
Si no lo tomás a mal, me gustaría invitarte a que nos encontráramos, donde vos gustes. No quiero incomodarte ni nada, solo quiero una oportunidad. Vas a ver que la voy a aprovechar. Vos poné el lugar y la fecha, y yo voy. Donde sea. Sabés (y si no sabes, te anticipo) que yo voy para adelante siempre. No importa qué obstáculos haya en el medio, yo voy a intentar estar con vos. Como en el 86, cuando agarré la pelota y arranqué a ir para adelante, no me asustaron todos los ingleses que había. Ahora no me asusta esa bestia que tenés al lado, ni tu familia ni nada. Voy a ir para adelante, hacia vos. Por el fútbol ya recorrí los 6 continentes, decenas de países y miles de ciudades. Un viaje hacia tu castillo lo haría con gusto.
No quiero molestarte más. Espero tu respuesta. Ojalá que seas muy feliz. Con cariño, Diego Armando Maradona.
Microcuentos
Microcuento 1:
Volvía a tener toda la calle por delante. Como hace un rato, pero ahora del otro lado. Y hace un rato iba con la tranquilidad que transmite la calle. Intransitada, con poca luz, empedrada. La calle sigue siendo la misma. El que no está calmado soy yo. No me interesa mirar atrás, me interesa correr. Huir, lejos. A mi casa. Pero si tengo que ir más lejos para estar a salvo, lo haré. No sé qué o quién me sigue, si es que algo o alguien lo hace. Mientras corro, veo los edificios a los costados. Los mismos por los que pasé hace unos minutos. Pero ahora siento qué hay gente que me mira. Que me vieron caminando tranquilo, que me vieron colándome en alguna casa, y que ahora me ven volver corriendo asustado. Como también siento que me persiguen, pero no me interesa comprobarlo. Elijo huir. Cuando esté a salvo veré cuál es mi situación. Pero claro, para eso debo llegar a estar a salvo. No sé si llegaré. Todavía lo veo lejano. Por las dudas, voy a seguir corriendo.
Microcuento 2:
Caminaba por la calle muy tranquilo. No había nadie más en un radio de 3 cuadras. Y no era la primera noche que salía a hacer ese paseo. Cuando llega a la tercera intersección, recuerda el arreglo que estaban haciendo en medio de la calle, cortando el camino. De la mano izquierda, había una casa muy grande, a la cuál podía colarse al jardín, saltar un paredón hacia la casa colindante, y de ahí salir al otro lado de la construcción y reencontrarse con la calle. Eso hace. Cuando cayó al otro lado del arreglo, después de saltar desde la reja de la segunda casa, sintió que se le congelaron los pies. Miró y se dio cuenta de que no tenía zapatillas. Espió a través de la reja, pero tampoco estaban del otro lado. Normal, si cuando saltó todavía las llevaba puestas. No estaban en ningún lado. No sabía si volver, si seguir su paseo o si buscar las zapatillas. En la casa de la cual saltó no parecía haber nadie. Pero no por abandonada, sino porque era 24 de enero, y era una posibilidad de que estuviesen de vacaciones. Le ganó el miedo del mal estado de la calle y la posibilidad de que se lastime el pie si volvía caminando. Trepó la reja y ya estaba en la puerta de la casa. Casi 100% confirmado, no había nadie. Lo primero que se le ocurrió fue trepar a un árbol y de allí saltar al techo del garage, e intentar entrar por una ventana. Eso hace. Y es lo último que recuerda cuando despierta sentado con los ojos vendados.
Microcuento 3:
Entró al museo para despejarse. Le quedaba de paso a su casa y no quería llegar. Entró apurado, compró la entrada y buscó un salón donde no haya nadie. Lo encontró. Se quedó viendo un cuadro. En un momento, miró al personaje central. Lo miró con atención en cada detalle. Pasó a mirar el paisaje. Lo miró atentamente también. En un instante, volvió la mirada al personaje, y luego volvió al paisaje. Pero después regresó al personaje, porque hubo algo que le llamó la atención. Los ojos del personaje no estaban mirando hacia abajo, sino que lo miraban a él. Se aterró. Volvió con la mirada hacia el paisaje, y luego de vuelta al personaje. Otra vez, lo miraba a él. Se alejó hacia la derecha, hacia el otro cuadro. Lo seguía mirando. Giró la cabeza hacia el frente, y en el cuadro que tenía adelante los 3 personajes lo miraban a los ojos. Se aterró una vez más. Quiso gritar pero no podía, estaba en un museo. En el lugar, rotó su cabeza hacia la derecha, y los nueve personajes de los cuatro cuadros de la pared que se encuentra a 5 metros lo miraban. Se dio vuelta para encarar la salida de la sala, y allí se encontraban decenas de personas mirándolo. Ahora sí gritó. O lo intentó a menos. No le salió, como si le hubiesen cortado la voz. Decidió huir. Corrió directamente hacia la salida de la sala y del museo, llevándose puesto a dos miembros del pelotón. Ni los sintió. Siguió corriendo, como nunca en su vida. No se sabe hasta dónde. Fue imposible seguirlo con la mirada.
Secreto Familiar
Corría el año 2011. O recién arrancaba, mejor dicho. Era enero, segunda quincena de enero. Plena temporada. Como siempre, veraneamos en Neco...
-
Comprar la Tiki Tiki cada 15 días Cada dos semanas salía la Tiki Tiki. Me sonaba de nombre, hasta que un día, no sé por qué me la compraron....
-
Todavía estaba aprendiendo a utilizar esa gran máquina. Siempre que podía ver a alguien en ejercicio, miraba atentamente para entender sus m...
-
Hola, Gato querido. Me alegró mucho recibir una carta tuya. Espero que andes bien en Muy Muy Lejano. Me honra tu invitación, no lo puedo neg...